Muy lejos de La Plata está Dubai, capital de los Emiratos Árabes. No hace falta googlear demasiado para saber que es una ciudad construida en medio del desierto en la que abundan los rascacielos y las luces de neón, los shoppings y los empresarios. Un lugar inventado, con aires plásticos y paisajes disímiles, que sirvió como metáfora de lo que Tototomás entregó en su más reciente álbum: un compendio de diez canciones bailables con un sonido digital pero orgánico, artificial pero emotivo. Una pista de baile de cemento puro, lista para hacernos sudar la pretensión y la nostalgia.
Con dos discos grabados y presentados en formato banda –Jau Jau (2014) y Bochorno (2016)–, Dubai fue el primero en la historia de Tototomás en ser gestado de manera solitaria por Tomás Agustín Casado y su computadora, ahí en su monoambiente en el centro de La Plata. Compuesto mayormente con la Roland SP404, el OP1 y la Ultranova de Novation, el sonido folk-punk característico de Jau Jau -y el que los posicionó como uno de los proyectos más novedosos y atrevidos del indie latinoamericano- se transformó aquí en un pop sintético con el foco puesto en el beat y en la posibilidad de decir bailando.
Siempre alzando la bandera de las canciones y muy ligado a la herencia rioplatense, la electrónica que propone Tototomás tiene una raíz orgánica. Los treinta y cinco minutos de música que componen Dubai transitan sin pausas ni prejuicios entre lo digital y lo analógico, así como también entre la música discotequera y los ritmos latinoamericanos. Canciones como “Járemi!” o “Ai biliv in lov”, compuestas a partir de loops de pasajes improvisados con la criolla, son recordatorios del eterno amor del compositor por la música brasilera, sentimiento que dejó bien en claro en sus placas anteriores y que sigue explotando hoy de manera original y fresca. Las melodías de la voz, repetitivas y onomatopéyicas, son en gran parte las generadoras del clima lúdico y tribal que acompaña tan bien a lo electrónico y que a su vez eleva las canciones hacia un lugar imaginario donde no hay cargas semánticas. No siempre es así, claro, porque hay momentos, como en “En fila”, en los que Tomás decide dar un mensaje más directo: “En fila no. Nos quieren ver en fila. En fila no”, canta y repite como mantra hasta el final del tema. Cortita y al pie.
Si hablamos de Dubai no podemos dejar de mencionar las pegajosas melodías de sintes que atraviesan todo el álbum y que funcionan como antídoto para cualquier bajón. Quizá por lo digital de su factura, en todas las canciones se asoma un guiño a la música de videojuegos y, no sé si para todos, pero en mi idioma eso es sinónimo de diversión y de superpoder para subirle el ánimo a cualquiera. Incluso “Me lo dices”, uno de los highlights y la canción más lenta y acústica de todo el disco, es desgarradora de una manera sana y reconfortante: “Me lo dices porque lo sientes / No repares en lo que está bien / Me lo dices y atraviésame / Aunque sea doloroso (…) Que ya es hora de seguir / Sin dejar de recordar / Lo que aprendí de ti / Lo que quiero para mí”. Así, delicada e íntima, “Me lo dices” ayuda a que el disco se sienta 100% humano. Es que seamos honestos: en toda fiesta hay alguien con ganas de llorar. En toda ciudad, por más inventada que sea, hay una tristeza que se asoma.
Lanzado gracias a la ayuda del Instituto Nacional de la Música y con la colaboración de Juanito el Cantor, Hernán Biassoti y Carlos Loarte en producción, el tercer larga duración de Tototomás explora terrenos conocidos pero siempre apostando por más, sin miedo de evidenciar la curiosidad por conocer hasta dónde pueden llegar sus juegos de improvisación y las ganas de bailar y hacer bailar. Una emocionante muestra de esto es “Amigx”, canción que cierra el álbum y que fue creada a partir de una jam entre Tomi y Amparo Torres, integrante de la banda Isla Mujeres. Toda la carne al asador: autotune, sintetizadores, guitarra criolla, beat, silencio y baile entre vaivenes propios de la amistad. “Hoy ya no te pienses solo / Esto es más grande que vos”, canta Amparo como anticipando lo que viene para Tototomás.
Por Loreta Neira Ocampo